Last Days Here

Es un documental. Viste que ahora que las cámaras son baratas y está la internel, cualquiera te hace un documental. Bueno, acá tenés uno. Es como esos documentales sobre picaportes que podés ver en el BAFICI, pero para metaleros. O algo así.

 

Es un documental sobre un chabón que se obsesiona con que Pentagram vuelva a tocar, al menos una vez, o a sacar un disco, o lo que sea, ni se sabe bien.

 

Pentagram, nos cuenta el docu, era una banda de metal cuando el metal no era metal, más bien heavy, digamos, o algo cercano a lo que hoy gustan de llamar stoner. A veinte metros de Black Sabbath, para que te ubiques.

 

La banda, básicamente, se las pasó malas, y se terminó separando (después de tener 45 formaciones diferentes) porque el cantante era insoportable. Y un junkie. Y así empieza la cosa: con un junkie de casi sesenta pirulos que vive con los padres, tirado en una cama.

 

De ahí en más, un docu pedorrón pero correcto y bienintencionado, que podés ver si te interesa la banda, o los junkies, o porque sí. Yo seguí viéndolo por diversas razones, por varias reflexiones que se me fueron ofreciendo, y me pareció interesante considerar, y que les dejo abajo.

 

 

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***SPOILER ALERT***


(que quiere decir que si seguís leyendo capaz te enterás cosas que no querías saber antes de ver el documental)

 

 

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.junkies
Siempre me llamó la atención los extremos que el hombre puede tolerar, tanto psicológica como físicamente. Y cómo todo pende de un hilo, y qué absurdo que es. Acá lo tenés a este tipo, 44 años de adicción a todo, tomando cantidades que no se pueden creer de cosas como metanfetaminas, heroína, crack (él mismo te da las cantidades), y lo más pancho de salud (y eso que lo ves con el brazo en carne viva de tanto inyectarse, pensado 50kg, y demás), y de repente tu primo o vecino, veintidós años, cáncer de pulmón, o leucemia, o un accidente de motos, o lo que sea. Es interesante, no?
Pero además siempre me llamaron la atención los junkies. Tipos que deciden matarse en vida, pero vivir. O no sé, capaz eligen algo que yo no entiendo, pero ellos mismos, en general, admiten que eso no es una buena vida. También, claro, explican que no la eligen, sino que no pueden evitarla. Aunque uno se pregunta a veces hasta qué punto no pueden evitarla (el documental documenta, en cierto modo —y valga la redundancia— este asunto).
Los junkies me parecen de lo más triste de la existencia humana, me parecen una expresión de miseria inconmensurable. Y no porque los juzgue, sino como imagen, como representación, como símbolo.
La primera vez que tuve contacto con la cultura junkie, si existe tal cosa, fue con Flash, in libro escrito por un junkie, Charles Duchassois. Si bien el período de tiempo que cubre es mucho más corto que 44 años, es muy tremendo el relato de un tipo que cae siempre más bajo, aunque uno cree, un centenar de veces, que no es posible. Pero es posible. Y a mí eso me llama la atención.
Es más llamativo (?) todavía en aquellos que, según los estándares sociales, «tienen todo», y sin embargo, eligen la destrucción. Tipos como Duchassois o el cantante de Pentagram, o miles de anónimos que a nadie importan porque no tienen ni dinero ni fama ni popularidad ni nada son obviamente ignorados, y por tanto no cuentan, para la sociedad son escoria, y sus adicciones, problemas de ellos, motivos par a mirar para otros lados, cosas feas que no queremos ver. Pero cuando la gente que «tiene todo» se pasa a ese bando (Amy Winehouse, por poner sólo un ejemplo), ahí no queda más que mirar y ver. Pero junkies son todos, ahí son iguales, realmente. (y esto por mencionar ejemplos modernos, la historia a visto miles y miles más) 

 


.sexo, droga y rock and roll
Cuando esa destrucción viene de la mano de gente famosa, popular, «querida», entonces una manera de lidiar con el asunto es hacerlo fashion, lindo, glamoroso. Eso, o un negocio.
De ahí que se haya creado, en su momento, la imagen del rockero del «sex, drugs and r'n'r». Eso son boludeces para que la gente consuma. Para que el músico consuma su droga y no se avive de nada, para que el joven consuma la imagen que querría tener pero sabe que no le conviene, a modo de catarsis teatral alla Aristóteles, o en todo caso pueda justificar sus hechos o deshechos en que otros lo hacen, para que todos consuman un poco de una torta que se llevan los que no consumen, sino que lo ven a dos metros.
Por eso es «cool» Keith Richards y es un junkie el linyera de la vuelta de tu casa. Porque uno es rockero, y el otro no.
Pero en cierto modo eso cambió, o está cambiando. Esa imagen del rockero (que todavía existe, y se puede ver en el documental, cuando los tipos hablan de que el chabón «es rock») se gestó entre los sesentas y los setentas. Sería largo, pero básicamente, por un lado los adultos tildaron al rock y todo lo que con él tenía que ver de malo, de negativo, y los músicos respondieron haciéndose cargo, y extremando el asunto. Pero era una pose. Que muchos, lamentablemente, se creyeron, pero era una pose. Cuando yo era adolescente, en los 90s, esa pose todavía tenía algo de sentido, porque el espíritu de los 90s era el grunge, el punk tamizado por MTV, que creía que le hacía fuck you a alguien. Todavía ser rebelde suponía, en cierto modo, sexo, drogas y rocanrol. O algo así.
Pero creo que fue cambiando. Ahora lo cool es ser nerd, es ser vegetariano, es usar anteojitos, es ser indie, qué sé yo, varias cosas, pero no ser un reventado. No tanto, no para tantos, como antes.
Una buena prueba de esto es, para mí, que cuando yo empecé a tocar, tocar un instrumento y tener una banda era sinónimo de andar en drogas. No tanto, pero casi. Tus padres tenían miedo, los mayores estaban convencidos de que para ser músico tenías primero que haber elegido ser drogadicto o algo así (vestigios del modelo de los 60s/7's). Ahora ya no: vos podés tener tu banda, y tocar tu instrumento, y la gente no asume que seas falopero. Algo está cambiando.  

 


.endurance
Cuando las cosas llegan a estos extremos, como ser un junkie tirado en una cama en la casa de tus padres, blabla, o algunos por el estilo, quedan todos los valores (niveles) trastocados, todo se ve con una lente diferente. Es muy interesante la capacidad, a varios niveles, que tiene el ser humano de resistir. Cuarenta años matándose con seis drogas distintas por día, pidiéndole a dios que se lo lleve cada noche (él mismo lo dice), y sin embargo, nunca «elige» pasarse con la dosis y terminar todo. No sé cómo o por qué, pero elige resistir. En la línea, maltrecho, moribundo, miserable, pero decide resistir. Interesante.
Tan interesante como la depresión, tal vez la peor enfermedad que haya, porque no te mata, sino que te deja viviendo así, muerto en vida. Todos hemos estado tristes alguna vez, «deprimidos» decimos, porque, en efecto, algo está por debajo de sus valores normales o habituales. Pero la depresión extrema, crónica, patológica, esa que te aplasta todos los días, todo el día (y no sólo en los junkies o los que viven tirados en la cama sin poder levantarse, sino también en los que llevan su vida a rastras, sin más, como preso con su bola, encadenada), esa es tremenda. Pero no te mata, ahí es tremenda. No sé si es uno el que resiste, y no quiere irse, o la depresión que no quiere soltarte, dejarte ir.

 


.la vida
Qué es la vida, se pregunta uno, viendo gente así. Y no sólo este tipo, sino sus padres. Tipos que, según dicen, llevan gastado más de un millón de dólares en comprarle drogas al hijo. Que lo tienen en su casa, lo atienden, adecuan sus vidas al tipo. Si esto es vida, se pregunta uno.
 

 

.el amor de una madre
Entre los docentes nos reímos siempre de cómo todos los padres piensan siempre que sus hijos son geniales. Y aclaran siempre que no lo dicen porque sean sus hijos. Y uno piensa que si todos fuéramos tan geniales, el mundo sería genial. Pero todos nos somos geniales, ni mucho menos.
Pero capaz es bueno tener al menos una o dos personas en el mundo que crean que somos geniales, no matter what. No siempre funciona, porque hay padres y madres que bueno bueno, pero en general, funciona.
[Me atrevería incluso a esgrimir la teoría de que funciona casi siempre, sólo que muchas veces, el hijo no puede saberlo o notarlo por diversos motivos, pero fundamentalmente, porque el discurso del padre es distinto puertas adentro o afuera]
No creo que pueda agregar mucho a la idea que todos conocemos de «el amor de una madre» (o padre, se entiende que siempre es indistinto), pero creo que este documental lo muestra, casi sin querer, por completo.

 


.la dureza de un padre, en el amor
Y para graficar mi teoría, valga de ejemplo el documental, una vez más. El padre habla del hijo junkie como un tipo talentoso, genial, increíble, opacado, claro, por las drogas. Pero genial, talentoso, con un don especial, etc. Ante la cámara.
Pero admite, después, ante la cámara también, que es probable que el tipo haya terminado así por culpa, en parte, de sus propias expectativas y exigencias. El tipo era un alto funcionario público, y tenía para su hijo grandes expectativas, esperanzas, aspiraciones, y lo sometió a eso. No le decía que tenía un don, que era genial y talentoso: le decía que se cortara el pelo, que consiguiera un trabajo, que esas cosas. Capaz, si le hubiera dicho otra cosa, quién sabe...

 


.el amor
El amor es cursi, y escribir sobre el amor es cursi, y todo es cursi. PEro todo es amor, la verdad. Todas las historias son historias de amor. Todas.

 


.la muerte
Así como se pregunta uno por la vida, se pregunta por la muerte. Sobre todo cuando resulta que esa muerte, la tan temida, la tan tremenda, negativa, mala, puede terminar siendo la buscada, la deseada, el alivio, la paz, lo positivo, lo mejor. O sea que al final puede ser mala la vida y buena la muerte, llegado el caso.

 


.la esperanza
Estamos programados para tener esperanza, parece. Es un dicho, y hay mucho de historia religiosa en el medio, y demás, pero a la larga, siempre tendemos a tener esperanzas, a creer que algo puede mejorar. Aun cuando pensemos o querramos pensar que no, adentro algo tira. Hasta un tipo en el borde, que desea —dice— morirse, se muestra esperanzado. Y los de alrededor, por supuesto.

 


.la aceptación
Es también interesante cómo tenemos que terminar aceptando las cosas, y cómo, desde ese lugar, terminamos haciendo cosas que desde otro parecen imposibles, absurdas, incorrectas, o todo junto. Me acordé de aquello de los cinco estados de los pacientes con enfermedades terminales (el modelo de Kübler-Ross): negación, ira, negociación, depresión, aceptación.
Los padres comprándole la droga, los amigos llevándolo al hospital, pagándole la fianza, etc.

 

 

 

PD: Este documental me hizo acordar a otro —mucho mejor que este— del que les hablé hace rato, sobre Death.

Por Tres Monedas © 2009
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