La lombriz solitaria

Hace algunos años se hizo bastante famoso el video de un (pobre) muchacho que le propuso casamiento a su novia en un partido de basquet. El flaco preparó todo, se puso de acuerdo con los de la pantalla gigante, todo el circo: la mina le dijo que no, y el flaco terminó humillado públicamente, llorando en pantalla gigante, destruido, bueno, imaginate.
Y eso era sólo el principio.

La mina lo dejó porque la tiene chiquita.
Muy chiquita.

De ahí en más, el tipo decidió hacer algo con el asunto, y se puso a hacer un documental (cock-umentary, en inglés) sobre el tamaño de las chotas, y la importancia, y el por qué, y la realidad y la imaginación y los estereotipos y toda la bola, y se propone, además, ver si puede agrandarse el miembro.
Es la clase de documentales que conviene no arruinar adelantando nada, aunque no haya nada demasiado sorprendente, después de todo (salvo el petiso que levanta 180kg con la poronga), porque pasa por varios estados y lugares, y vale más verlo y reaccionar a cada uno espontáneamente. Pero sí me parece que vale la pena plantearse las varias dudas o cuestiones que aparecen en torno de un micropene, y reflexionar. La mayoría de nosotros no ha de tenerla ni tan chiquita ni tan grande, pero el solo hecho de que estemos hablando de eso parece ya de por sí apuntar a que algo hay para revisar.
Y si no te llamó la atención la cuestión peneana, miralo salteadito, vas a ver que al final hay sorpresa. Un poco cursi, pero, ¡vamos, es un flaco con un micropene!

Por Tres Monedas © 2009
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