Del trabajo (II): Los docentes

Hace poco tuve una conversación con Fodor. (Ambos teníamos razón, pero nos hubiera hecho falta un café con hielo para entendernos mejor).
De ahí, el tema de esta primera entrega.


Si un gremio ha hecho huelgas en los últimos años, y muchas, es de los docentes. O profesores. O como quieran llamarles.

Tengo un mínimo de autoridad al respecto (sé que este post va a ser repetir muchas cosas) porque, si bien no me he recibido aún, tengo las mismas condiciones que los recibidos muchas veces, y tengo muchas alrededor que sí son recibidos, y conozco el ámbito. Y entonces, tengo “derecho” a hablar del asunto.

Me tienen las bolas por el suelo los docentes que hacen paro. Y los motivos son muchos.

Para empezar, creo que es cierto que el Estado les paga mal a los docentes. Igual que les paga mal a muchos de sus empleados, salvo a los diputados y senadores.
Pero también creo que las empresas privadas pagan mal (¿escucharon hablar de call-centers, o de vendedores de celulares, o de empresas de limpieza?). Nada de esto está bien, y punto.

Ahora bien: ¿por qué los docentes viven quejándose y los chicos de los call-centers no? ¿Por qué son “profesionales”? Si así fuera, nada más sectario: se quejan los que estuidiaron los otros que se jodan. No, no debe ser eso.

Debe ser que el sector docente está dividido en dos grandes grupos (aunque muchas veces sean lo mismo, y aunque esté lleno de excepciones): Está el grupo de los que cree que va a salvar al mundo, que le docente es el futuro, el bien, y todo lo que el hombre y Dios pueden desear para salir adenlante. Y también están lo que (en general derivados de esta teoría) creen que son los mártires, los que siempre cobran poco, los que siempre son el último orejón del tarro, los que creen que siempre deben responder a cualquier pregunta con un “No, no puedo, no me da el bolsillo! Soy docente!”.

Está lleno de profesores geniales, gloriosos, que te cambian la vida. Está lleno de gente llena de capacidades y de inteligencia, que se gana cada céntimo y más. Y está lleno de gente que no. Y lo que nantura non da, salamanca non presta. Y son muchos los que, a base de ignorancia, o vagancia, o falta de iniciativa, o falta de información, o de actualización; los que por tomarse más licencias que las que permite la religión, por estar más ausentes que presentes, por truchar más concursos que los que aprueban, por tratar a sus alumnos como infrahumanos (y así podría seguir la lista) deshonran la profesión, y nada se merece.

Y son muchos de éstos los que van a la mañana al privado, cobran su sueldo, agachan la cabeza, y por la tarde ocupan la plaza, cuelgan banderas, salen en la tele, toman mate con bizcochos. Amigo docente: ¿qué hiciste vos para merecer un mejor sueldo? ¿Cuándo te capacitaste por última vez? ¿Cuándo faltaste al privado porque te pagaban (en general) menos que en el Estado? ¿Cuándo tomaste licencia en el instituto? ¿Cuándo ganaste un concurso por tus calificaciones?

Seguramente el texto sea largo y confuso, pero mis ideas están bien claras: los docentes no son ni víctimas ni mártires, al menos no más que cualquiera de todos nosotros, que nos levantamos temprano todo los días para ir a laburar por lo que nos toque. Vayan y laburen, y si no les gusta, bien pueden, si les da el cuero, buscar otra cosa.


Yo tuve hace unos pocos años una profesora de Gramática (en una institución pública y gratuita) que decía que nosotros teníamos que devolverle a la comunidad la posiblidad que habíamos tenido de tener la mejor educación que hay en el rubro, gratis. Entonces, decía, está piola hacerse un rato entre todas las obligaciones que tengamos, entre todas las actividades que nos sean bien redituables, para ir a dar clases en alguna institución pública, y darles a otros la posibilidad de estudiar gratis que nosotros tuvimos. No está bien que el Estado te pague poco, pero nosotros podemos ganar plata en otro lado. Tratemos de darle a la gente la posibilidad de estudiar gratis.

Defendamos la educación pública, porque es un derecho que bien merecido nos tenemos. Y si pensamos en un futuro mejor, no hay otro modo. Pero fomentemos el estudio enseñando, no haciendo paro.



6 opiniones :

Fender dijo...

Tal cual. Mis breves experiencias en la docencia (enseñando computación gratis en mi escuela secundaria y gratis también en una escuela para adultos en una cárcel) me predispusieron mal contra cierto tipo de docente: el que no sabe cual es su prioridad. Si enseñar de la mejor manera posible no es importante, si cree que el Estado es quien debe velar por la calidad de la enseñanza, si imagina que la escuela es "la oficina", entonces debe cambiar de profesión. No hablo del fuego sagrado 24/7, sino de que cada acto de desidia tiene consecuencias graves en un grupo importante de personas y. sobre todo, sobre su futuro.
Tuve, a lo largo de mi vida estudiantil, numerosos profesores mal pagados. Los que separaban los tantos son escasos, sobran los dedos de una mano para contarlos. Pero fueron ellos los que acicatearon mi escasa voluntad de vago consuetudinario, al poner el ojo más allá de lo que les decían mis malos modales, los pelos revueltos, la corbata mal atada y mi aire pedante. A ellos les debo, a nadie más. Ellos pusieron de sí algo que ni siquiera estaban obligados a poner; como dije, seguramente mal pagados como estaban por lo que sí era su obligación.
Nunca hice paro en mi vida laboral, salvo cuando la cobardía del mismo empleador "arreglaba" con el gremio y nos mandaba a casa a todos. Nunca vi que una huelga arreglara algo. Nunca supe que un gremio sirviera para otra cosa que para usar el número como elemento de poder y al representante como administrador de ese poder. Habrá excepciones, no lo dudo. Pero no las viví.
Conozco demasiado docente con "tarea pasiva" para no pensar que viven en un mundo paralelo...

Fodor Lobson dijo...

Bueno, vamos a seguirla mientras yo pongo la cafetera italiana al fuego y usted busca hielo en el freezer.
Todo bien con lo que usted y Fender dicen. Todo bien digo, porque me parecen detestables todos esos docentes caraduras y parásitos.
Pero, o creía usted que no iba a haber un pero, pero, digo, es obligación del estado mantener una enseñanza pública digna y de calidad. Es obligación del estado velar por el desarrollo intelectual de los chicos. Es obligación del estado, porque la Argentina somos todos. Porque los impuestos que pagamos son dinero nuestro.
Recuerden lo que dijo Gandhi: "La India es demasiado pobre para no invertir en educación".
Imagínense una Argentina en la que la enseñanza pública estuviera bien pagada, fuera una ocupación deseable, a la que se accediera por concurso, en el que los más calificados ganaran esas plazas... ¿se imaginan? Claro que con una población más bien preparada, con mejor cultura, con más posibilidades para prosperar, Los K y similar ya no ganarían las elecciones.
Bah, me fui por las ramas, porque todo eso ya lo habíamos dicho.
Lo que yo quiero es "defender" los paros, las huelgas (así en general). Chan. Fodor se volvió loco.
No.
Los sindicatos y las huelgas son las herramientas que evitan (o deberían evitar) los abusos a la clase trabajadora. Y funcionan mal. Lo sé. No sólo acá, en la Argentina (y es que los argentinos tienen la manía de verse a sí mismos con muy buenos ojos, o con muy malos ojos, sin punto medio). Funcionan mal en todos lados (vean si no el capítulo de Los Simpson en el que Homero se convierte en el líder sindical, por ejemplo). Pero siguen siendo el mal menor. Es como la democracia. Que tiene infinidad de defectos de los que se aprovechan los cabrones de siempre. Pero sigue siendo la menos mala de las formas de gobierno.
De la misma forma el sindicalismo tiene infinidad de defectos de los que se aprovechan los cabrones de siempre, pero si no hubiera sindicatos sería peor. La enseñanza seguiría estando mal pagada, quizá los chicos no perderían clases, pero sin duda la calidad empeoraría más y más rápido. Si aplicamos el cruel liberalismo económico (que tanto agranda la brecha entre clases) a la enseñanza también, es decir el "si te da el cuero, dedícate a otra cosa" dentro de otros diez o veinte años, los chicos no sólo no sabrán escribir sin faltas de ortografía, como sucede ahora, si no que además ni siquiera sabrán si París es la capital de Francia o es al revés, si el agua hierve a 100°C o a 1000°c, si dos más dos son cuatro o son cinco, ...

Yo también tuve profesores de los que te cambian la vida. Y no dudo que todavía quedan algunos y que de vez en cuando van a seguir apareciendo. Pero si lo dejamos librado al azar, a que aparezcan estos "maestros de corazón", vamos mal.

El café está listo. Traiga el hielo.

Fender dijo...

Sólo para aclarar: decimos “no estoy de acuerdo con los paros", y está diciendo una cosa. Y Fod dice "estoy de acuerdo con los paros", y dice otra.
El paro es una herramienta. Es imposible discutirle la ideología, o hasta el mal uso, a un martillo, por ejemplo. No se puede estar en contra de ellos porque una vez te martillaste un dedo o porque por más esfuerzo que hagas apenas sos un poco mejor que Homero Simpson manejándolo.
Cuando digo que no hago paro, digo realmente que no acato las directivas de los gremialistas. En Argentina los paros no se hacen por mandato "de las bases". Se arreglan entre los gremialistas y la patronal y se usan como elemento que alivia la presión. Presión que está calculada desde ambos lados del mostrador. Por ejemplo, cuando las "bases" se cabrean por algo al primero que ponen incómodo es al delegado, no a la patronal. Si hay varios delegados con el mismo problema y el representante gremial de la fábrica se rompe los huevos, va a la regional del gremio y dice: "me está apretando por X causas", donde X es una listita de cosas, desde la higiene de los baños hasta los sueldos.
El gremio va con la lista de reclamos y dice: "esto es lo que piden, veamos qué les damos", y en función de su conocimiento del terreno negocian con la patronal. Pero ésta es siempre mezquina y encuentra que ceder en ciertas cuestiones es imposible, entonces se arma el paquete: supongamos que hay un petitorio con doce ítems; la patronal da cinco, incluyendo la tan esperada recomposición salarial que apenas alcanza al 30% de lo que se solicita.
Entonces, arreglan el circo: huelga para calmar a los calentones. Si los sindicalistas van con lo que les dieron, la huelga se sale de madre y ellos son desplazados. El arreglo se sospecha y ruedan las cabezas de los delegados. En una metalmecánica en la que trabajé, pasó eso. En cambio, en una conocida textil nacional recientemente vendida a capitales brasileños, llevan años piloteándola: vienen, LOS MISMOS SINDICALISTAS les dicen "no hay nada" y mandan a la huelga, enfervorizan a los más calentones y se sientan a esperar que los llame el ministerio de trabajo o la patronal. Van a negociación y consiguen cinco ítems y el 30%.
Soy hijo de un sindicalista de los setenta que me contó muchas cosas, por ejemplo cómo se manejaban en Luz y Fuerza, gremio que antes de los militares era uno de los más complicados para hacer estos juegos: los militares acordaron el descabezamiento y apriete desde delegados (como mi viejo) hasta el propio Smith (Secretario General, que cuenta con el triste récord de ser uno de los primeros desaparecidos después del 24 de marzo de 1976), con la connivencia de gente del propio gremio, que reina desde entonces.
El mismo gremio que en los noventa vendió la representación de sus afiliados a las privatizadas y que terminaron con todo en la danza menemista de las valijas.
Tengo un pedazo largo de experiencia con los gremios. Excede esta firma de por sí larga. Algún día contaré cuando por un discursito de cinco líneas que le escribí a un delegado que venía a una reunión en Buenos Aires a reclamar por la obra social, lo cagaron a trompadas en el baño y lo obligaron a renunciar.

Subjuntivo dijo...

Bueno, buen, haiga paz!
Que si entre hermanos se pelean, el padre los caga a patadas en el culo, y a la cama sin postre!


En relación a los paros digo: para mí el paro está bien, como medida, como un derecho del trabajador, como esas cosas. Pero lapráctica es distinta. Y lo que me jode de verdad, más allá de si el paro sirve o no, es que se lo hagan al Estado, y a la tarde vayan con la cabeza gacha a cobrar a la privada. Estamos de acuerdo en lo que el Estado debe proveer y asegurar sin dudas.

En relación a los gremios y sindicatos, los detesto. Para no ahondar, relataré sólo una breve anécdota.

Yo trabajaba en un Banco americano de primera línea. A dos puertas de mi oficina, vivía la gente de la Comisión Gremial Interna (de sus negociados con Zanola no voy a hablar). Uno de ellos era un señor de barba que todos conocíam os de vista, y era agradable para charlar en la máquina de café. Un día el señor se equivocó, porque hizo nuestras (de la gente de mi oficina) palabras que no lo eran. Entonces nosotros se lo hicimos saber, y la cosa se puso un poco caldeada. Y el barbas nos empezó a contar que él era un zurdo de alma, y que había obrado de oficio, porque aunque nosotros tuviéramos meido de quejarnos, él veía la opresión, y esto, y aquello, y sólo le faltaba una remera de Stalin (o Lenin o Castro).
Todo bien, mató su zurdismo, ojalá cambie el mundo, pensé.

Pobre barbas no tuvo tiempo, porque al año vino una ola de retiros voluntarios, y el barbas se fue del banco.
Se llevó $300.000 más años de sueldo y beneficios, más la OS y lo que le faltaba de jubilación.


Somos muchos capaz los que creemos que este sistema capitalista es una mierda, pero vivimos en él. Y transamos cada día: por qué negarlo?
Este es el anticipo de la tercera parte en realidad...



Salut!
S.

Fodor Lobson dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Fodor Lobson dijo...

Claro, el truco del almendruco es éste, que cada uno lo ve de acuerdo a sus experiencias personales. En mi caso, mi madre consiguió que le liquidaran lo que le debían cuando a final de los setentas la despidieron del negocio donde trabajaba, gracias a los cocos (así se conocían a CCOO, comisiones obreras, el sindicato comunista en las Españas).
Buno, déle ya don S, que venga la tercera parte, que la liquidamos con malbec.

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