Argentinos
Estaba a unos pocos metros de la estación cuando ví el tren llegar. Podía haber corrido, pero el sistema aguzado del usuario frecuente me dictaba que no iba a llegar a tiempo, y era en vano correr. Y es que tenía que correr hasta las escaleras, subirlas, bajarlas (sí, una de esas combinaciones fantásticas), sacar el boleto con la maquinola, y correr hasta el tren. No llegaba, lo sabía.
Puteé por lo bajo, y seguí con el mismo ritmo. Subí las escaleras, las bajé y llegué a la máquinola: no andaba. Volví a putear, esta vez en voz alta.
Empecé a caminar hacia el otro extremo del andén. Deben ser más o menos doscientos cincuenta metros. En la mitad me agarró un nuevo tren. Sin dudarlo, me subí. Sin embargo, mi pobre mente enferma me torturaba pensando cómo iba a hacer para pasar en Once sin boleto. Yo tenía todas a mi favor, pero no me gusta viajar sin boleto.
Viajé con mi conciencia de mierda todo el rato. Cuando llegué, y mientras veía a los señores a mi alrededor saltar molinetes, me acerqué a uno de los “sekiuriti”
Caminé hasta el cinco esquivando laburantes. Allí me esperaba (a m í y a muchos discapacitados y gente que tiene permisos especiales) una chica muy linda que vestía las mismas ropas y ostentaba la misma cara.
Gustavo, a la larga, reacciona, se acerca, escucha la comanda una vez más, y toma el handy. Intenta hablar con alguien. A mi lado, los discapacitados o lo que fuere, pasan en hordas por el molinete liberado, yo aguardo a un costado.
Y sólo Alá sabe por qué mierda esperé, en lugar de saltar el molinete en sus narices.
Puteé por lo bajo, y seguí con el mismo ritmo. Subí las escaleras, las bajé y llegué a la máquinola: no andaba. Volví a putear, esta vez en voz alta.
Empecé a caminar hacia el otro extremo del andén. Deben ser más o menos doscientos cincuenta metros. En la mitad me agarró un nuevo tren. Sin dudarlo, me subí. Sin embargo, mi pobre mente enferma me torturaba pensando cómo iba a hacer para pasar en Once sin boleto. Yo tenía todas a mi favor, pero no me gusta viajar sin boleto.
Viajé con mi conciencia de mierda todo el rato. Cuando llegué, y mientras veía a los señores a mi alrededor saltar molinetes, me acerqué a uno de los “sekiuriti”
- “No andaba la máquina en X”
- “Allá, por el cinco”
Caminé hasta el cinco esquivando laburantes. Allí me esperaba (a m í y a muchos discapacitados y gente que tiene permisos especiales) una chica muy linda que vestía las mismas ropas y ostentaba la misma cara.
- “No andaba la máquina en X”
- “A ver... Gustavo! Gus..! GUSTAVO!! La máquina, en X!”
Gustavo, a la larga, reacciona, se acerca, escucha la comanda una vez más, y toma el handy. Intenta hablar con alguien. A mi lado, los discapacitados o lo que fuere, pasan en hordas por el molinete liberado, yo aguardo a un costado.
- “Perdoname, es más fácil saltar molinetes como hacen todos que venir a explicarte a vos...”
- “Bueno, hacé eso. Yo si no tenés boleto no te puedo dejar pasar.”
Y sólo Alá sabe por qué mierda esperé, en lugar de saltar el molinete en sus narices.
2 opiniones :
Tengo una amiga que siempre chamuya con el "no andaba la maquina en X" y no es verdad.
Será porq es linda y siempre lleva minifalda que la dejan pasar?!
....
Claro, por eso no puede saltar los molinetes...
Saludos,
S.
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