Encierros y corridas

Ya el nombre nos avisa que no puede tratarse de nada bueno: encierro. Claro que para algunos, que parecen ser la amplia mayoría, no tiene nada de malo. No al menos mientras sean animales y no "personas" quienes son encerrados. Aunque en realidad, el problema no es el "encierro".
El asunto es algo así, por si algún desprevenido no lo conoce: se juntan un montón de señores que nada mejor tienen para hacer, y salen a la calle, a correr delante de los toros que acaban de liberar (del encierro en el cual estaban) con la esperanza de que el toro no los alcance, y llegue sano y salvo a la Plaza (destino final de la bestia) donde, algunas horas después, se hará justicia con su vida y algunos señores bien vestidos le clavaran espadas del largo de una pierna hasta que la bestia caiga. (Todo esto está diabólicamente organizado por la Casa de Misericordia (la popular Meca), y los beneficios de las corridas se destinan al cuidado de los ancianos)
Resulta difícil entender o discernir si el grado de idiotez es mayor al grado de crueldad. Resulta bien difícil, y sin embargo no me importa: que cada uno sea todo lo idiota que pueda o quiera, que por mí está bien. Lo que no está bien es que la imbécil y morbosa manera que encuentren estos idiotas de pasar su tiempo (¿divertirse?) sea molestando, mutilando y matando animales.
Y que esto pase todos las semanas, y que le llamen Corridas de Toros (qué nombre más poético para aludir a un asesinato), y que miles llenen las tribunas cada vez, y que tantos otros se entrenen en el fino arte de matar toros, ya es terrible y no escapa a este análisis. Pero que esto sea avalado por un país entero, y que de esto se hagan eco tantos otros, y con ellos sus noticieros y sus gentes, es casi inclasificable.
Entonces, poco queda por hacer, porque las corridas, y los encierros, y san Fermín, y todos sus etcéteras, no son más que brutales y cobardes asesinatos. Entonces, cada vez que puedo, cada vez que el destino desliza en mi zapping estas imágenes, me aumenta la presión, el corazón me late más fuerte y aprieto fuerte los puños, y con los ojos inyectados en sangre miró cada segundo que pueda, esperando el ansiado momento en que el asesinato se produzca, y el toro ensarte fina y profundamente a la maldita víctima.

Por Tres Monedas © 2009
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