Bares y fondas

Ya todos saben, supongo, de mi relación con los bares, y a su vez, con las cosas “de antes” (y por antonomasia, de las modernas). Tengo particular aprensión y aprehensión con los bares, y muy particularmente con aquellos que han forjado la historia de esta ciudad y de mucha de la gente que vive en ella.

Es habitual que ande en busca de bares típicos, y que me gusten, en general. A este en cuestión no lo conozco, aunque hace unos meses que está en mi lista para cuando tenga tiempo (comparte lugar con una pizzería de fanáticos de Huracán que queda por Parque Patricios y de la que ahora no puedo recordar el nombre).

Pero no nos desviemos. Los banco a muerte a los bares, no existe la cuidad sin bares, y no existe el porteño sin bares, y los bares son segundos hogares, o hasta primeros, de mucha gente. Siento profunda alegría cuando se reabre un clásico, como en el caso de Las Violetas o Los Angelitos, pero siento profundo dolor y tristeza cuando veo que sólo responden a emprendimientos comerciales casi usureros, con entradas o precios que un porteño de buena cepa no siempre puede pagar, y que sólo intentar hacer de lo histórico algo turístico, y por ende, muy rentable. No fui al nuevo Los Angelitos, y dudo que vaya; no sólo porque la decoración cambió radicalmente, o porque las paredes y el techo no son los que fueran, sino también porque siento un poco de vergüenza de ir a engrosar las arcas de aquel empresario. Salgo henchido de gozo cada vez que salgo con la panza bien llena de Club Eros, y no hay vez que no putee después de ver lo que le hicieron al Bar Federal, que durante muchos años quedó a la vuelta de mi casa.

Una vez más me desvié. Este gallego que van a ver en este nota es un campeón. Me dan ganas de ir ahora mismo a estrecharle la mano e invitarle uno de sus propios cafés o vermouths, porque se lo ha ganado en buena ley. Un laburante hecho y derecho, y mucho más “argentino” o “porteño” que aquellos que, a manos de cinco duros, pueden olvidar cualquier pasado o historia, y se venden al mejor postor para tener una tv más grande donde ver gente bailando y patinando.

No está mal ser fashion, ni tomarse un algo por ahí, que también hay lugares muy lindos (una jarra en el Bangalore, un lujo accesible), pero capaz que cada tanto hace falta darse una vuelta por lo del gallego y comerse un especial de crudo y queso que, parece, es la especialidad.

Vaya un saludo especial para Alicia también, que parece que es de la misma estirpe.



Le ofrecieron una fortuna por su bar pero ganó el recuerdo


6 opiniones :

gerund dijo...

Cuántas veces tomé alguito ahí! (oh, sí, a tres cuadras de lo de padre desde que se mudó por esos pagos...)

Definitivamente, uno de esos clásicos.

(che, y el Federal se mudó? o es que fue su casa la que quedaba a la vuelta? =P)

Ajenjo dijo...

Para muchos (me incluyo) el bar es mas que un local con mesas y sillas, donde se sirve café. es el lugar donde comparto con amigos, discuto, arregalmos el mundo a martillazos entre café y café. Es el escenario donde se desarrolla la amistad inevitable.
En mi barrio no abundan, es mas, ya no quedan bares donde uno se sienta cómodo como parroquiano. Todos los bares son hoy una porquería llena de dicroicas, televisores, música a alto volumen y sillas incomodas para que consumas, pagues y te vayas lo antes posible, así que no nos quedó otra que inventarnos nuestro propio bar en un kiosco de esquina. Y bueh, es esto o la estación de servicio.

slds
A

Subjuntivo dijo...

gerund,
no le ponga mala onda al giro literario de cuarta que usé!

Ajenjo,
Tiene tanta razón que no creo que deba agregar nada. Sólo el que de bares se hizo sabe de qué se trata realmente, y es difícil ponerlo en palabras.



S.

gerund dijo...

vamos vamos, si uste dfue el que replanteó lo del celeste... =P

Fodor Lobson dijo...

El televisor a todo volumen es lo que estropeó el ritual de la charla en el bar, del vermú los domingos por la mañana...

Subjuntivo dijo...

Amigo, un bar que se precie no tiene el televisor a todo volumen (de hecho, diría que no lo tiene) sino el sonido de los parroquianos discutiendo cualquier cosa.


S.

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