Paluch, la punta del iceberg

Hacen leña del árbol caído de Paluch, los lacras.

Pero si vos te fijás (y el asunto es que, lamentablemente, pocos se fijan) Paluch en sí mismo, poco importa.

Y es que si Paluch fuera un caso aislado (y para este truco asumamos que es, para simplificar, y no herir los sentimientos de nadie con dudas infundadas, generalidades vagas) pasaría que en seguida alguien lo habría puesto en su lugar. Y no pasaba nada, locos y tarados hay por todos lados.
Ahora si Paluch viviera rodeado de seres como él, o —lo que es peor— un mar de lacras miserables, entonces él podría hacer lo que quisiera, porque nadie se atrevería a hacer ni decir nada.
Hasta que, claro, alguien se animara, y el viento cambiara, y entonces estuviera bien visto cruzarse de vereda. En cuyo caso, veríamos lo que vemos ahora: a todos sus —por acción u omisión— cómplices, cruzando la calle, para guarecerse del vendaval con los restos que del caído hicieron.

Y peor aún, digo, aquellos que simplemente se llamaron a silencio, porque esos no tenía ni siquiera la excusa, el ¿atenuante? de estar en la misma joda, sino que simplemente fueron miserables, mediocres, cobardes, siervos sin más.
Vale más un hijo de puta que uno de estos canallas.

Por Tres Monedas © 2009
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